Antes de empezar diré lo que se suele decir al final: la práctica me ha encantado. Al principio me pareció complicado, un reto. No sé si he conseguido el objetivo pero el resultado me ha encantado. Además, me he divertido mucho probando cosas. Sin duda, repetiría.
Aquí os presento a mi gata, Kira. Sí, sólo es una y no está del revés. Tampoco es el gato risón de Alicia en el país de las maravillas, que aparece y desaparece según se le antoja. En esta foto ella estaba ahí, tumbada tranquilamente disfrutando del fresco que guardan las casas en un día de verano. Y es que esta foto la saqué antes de apuntarme a esta asignatura, pero creo que merecía la pena incluirla.

Qué decir de este paisaje... Es San Sebastián, para variar. Todas las ciudades tienen mil sitios que retratar pero es que en esta es imposible pasear una tarde sin haber pensado, aunque sea una sola vez, "¡Qué bonita foto hay aquí!". Mi fotografía está sacada desde el monte Urgul, en uno de estos días en los que ni es invierno ni es verano. El cielo azul se tiñe de las nubes negras que llegan, y de mientras, la bahía refleja los rayos de sol que se cuelan. El reflejo crea un sendero de luz sobre el agua que no deja ver su final.


Otra perspectiva de la ciudad. Esta vez, toca el ambiente nocturno. En pleno Festival de Cine, luces y glamour se suman al alumbrado que ya habitualmente se contempla desde el paseo de la Concha. Las líneas curvas de la marea diseñan un recorrido que las luces se empeñan en mostrar.
Paseo de la Concha, nocturno
Festival de Cine desde el hotel María Cristina
Espejito, espejito, ¿quién es la más guapa del reino? Ella, Nahia, mi sobrina. Va a cumplir pronto nueve meses, tan sólo nueve meses, pero me ayudó mucho. Fue una modelo estupenda, bueno, por ahora diré que una muñequita muy trabajadora. Posó durante un rato, no mucho, en una terraza a pleno sol y no se quejó ni un segundo. Dí que ella con cualquier cosa es feliz.

La anterior fotografía está realizada con dos espejos y es una pena que no se perciba. La he dejado por la cara de asombro que tiene. Sin embargo, en la siguiente foto si saco partido al doble espejo y se ve a tres pequeñas Nahias.

Por no decir lo coqueta que es. Y es que de casta le viene al galgo. La muy espabilada no hacía más que teatro con su otro yo en el espejo. Esto ha sido lo más bonito para mí en esta práctica. Trabajar los reflejos con una niña tan pequeña ha sido muy curioso porque ella, al igual que yo, está aprendiendo. Está en una etapa de descubrimientos y eso de explorar con su propia imagen a veces la desconcertaba un poco. Unas veces se quería tocar, otras veces sonreía a su yo...y otras, no se decidía entre mirarme a través del espejo o directamente. Con una chica tan espontánea, lo más difícil ha sido elegir las fotos con las que quedarme porque había material para dos prácticas.

Y esta de propina. Porque no la puedo dejar en mi ordenador guardada y porque tiene una larga historia sobre la colocación de los espejos. Ella y yo estabamos en la alfombra tumabadas y me ayudaron a sujetar un espejo desde arriba (tumbado en el sofá boca abajo). Desde el mismo plano del que saqué la foto. Et voilá, aquí la cara extrañada de Nahia ante semejante posición. Una fotografía de alto riesgo para la tía y la sobrina.

El espejo, al final de la sesión, acabó conviertiendose en su tesoro. Y ella para mí el mío.
Aquí os presento a mi gata, Kira. Sí, sólo es una y no está del revés. Tampoco es el gato risón de Alicia en el país de las maravillas, que aparece y desaparece según se le antoja. En esta foto ella estaba ahí, tumbada tranquilamente disfrutando del fresco que guardan las casas en un día de verano. Y es que esta foto la saqué antes de apuntarme a esta asignatura, pero creo que merecía la pena incluirla.

Qué decir de este paisaje... Es San Sebastián, para variar. Todas las ciudades tienen mil sitios que retratar pero es que en esta es imposible pasear una tarde sin haber pensado, aunque sea una sola vez, "¡Qué bonita foto hay aquí!". Mi fotografía está sacada desde el monte Urgul, en uno de estos días en los que ni es invierno ni es verano. El cielo azul se tiñe de las nubes negras que llegan, y de mientras, la bahía refleja los rayos de sol que se cuelan. El reflejo crea un sendero de luz sobre el agua que no deja ver su final.


Otra perspectiva de la ciudad. Esta vez, toca el ambiente nocturno. En pleno Festival de Cine, luces y glamour se suman al alumbrado que ya habitualmente se contempla desde el paseo de la Concha. Las líneas curvas de la marea diseñan un recorrido que las luces se empeñan en mostrar.


Espejito, espejito, ¿quién es la más guapa del reino? Ella, Nahia, mi sobrina. Va a cumplir pronto nueve meses, tan sólo nueve meses, pero me ayudó mucho. Fue una modelo estupenda, bueno, por ahora diré que una muñequita muy trabajadora. Posó durante un rato, no mucho, en una terraza a pleno sol y no se quejó ni un segundo. Dí que ella con cualquier cosa es feliz.
La anterior fotografía está realizada con dos espejos y es una pena que no se perciba. La he dejado por la cara de asombro que tiene. Sin embargo, en la siguiente foto si saco partido al doble espejo y se ve a tres pequeñas Nahias.

Por no decir lo coqueta que es. Y es que de casta le viene al galgo. La muy espabilada no hacía más que teatro con su otro yo en el espejo. Esto ha sido lo más bonito para mí en esta práctica. Trabajar los reflejos con una niña tan pequeña ha sido muy curioso porque ella, al igual que yo, está aprendiendo. Está en una etapa de descubrimientos y eso de explorar con su propia imagen a veces la desconcertaba un poco. Unas veces se quería tocar, otras veces sonreía a su yo...y otras, no se decidía entre mirarme a través del espejo o directamente. Con una chica tan espontánea, lo más difícil ha sido elegir las fotos con las que quedarme porque había material para dos prácticas.
Y esta de propina. Porque no la puedo dejar en mi ordenador guardada y porque tiene una larga historia sobre la colocación de los espejos. Ella y yo estabamos en la alfombra tumabadas y me ayudaron a sujetar un espejo desde arriba (tumbado en el sofá boca abajo). Desde el mismo plano del que saqué la foto. Et voilá, aquí la cara extrañada de Nahia ante semejante posición. Una fotografía de alto riesgo para la tía y la sobrina.

El espejo, al final de la sesión, acabó conviertiendose en su tesoro. Y ella para mí el mío.
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